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Curso de ampliación de conocimientos dictado por el Doctor Arquitecto Manuel López Villa. Modalidad presencial, del 17 de octubre al 16 de noviembre. Se extenderá por un total de diez (10) sesiones de tres (3)horas cada una, lo que corresponde a treinta (30) horas de clase. Las sesiones se desarrollarán los martes y jueves, entre 3 y 6 pm., durante 5 semanas.
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Hasta las 9 de la noche del jueves 28 de mayo de 1942, Carlos Guinand Sandoz (1889-1963) fue el arquitecto más importante de Venezuela.
Después de
graduarse en la Escuela Técnica Superior de Munich en 1913, Guinand regresó al
país en 1915 y comenzó el ejercicio privado de la profesión en su natal Caracas.
Durante los primeros años de su actividad como arquitecto, Guinand realizó una
rigurosa pasantía dedicada al tema de la vivienda, a la clase de la vivienda
unifamiliar y a la tipología de la vivienda unifamiliar aislada y rodeada de
jardines. La mayoría de estas quintas se construyeron en la nueva urbanización
extra-urbana, al sur de la ciudad y al otro lado del río Guaire, impulsada por
el depuesto Presidente de la República Cipriano Castro para “vacacionar”: era El
Paraíso.
La segunda etapa en la producción arquitectónica de Guinand se inició en 1930 con la realización de dos centros médicos, uno en Caracas y otro en Maracay: la Policlínica Caracas, en la esquina de Velázquez de la capital de la República, y la Clínica Maracay (hoy, Hospital de Maracay), en el lado oeste de la enorme plaza Bolívar de la “capital” del Presidente Juan Vicente Gómez. La impresión que dejan estos dos grandes edificios, al revisar tanto su estructura planimétrica como su presentación formal, es que nuestro arquitecto estaba bien alejado de las búsquedas del “moderno” que acuciaban a sus colegas europeos por estas fechas y que, como diríamos por aquí, “andaba a su aire”, quizás más interesado, por un lado, en cuidar la inserción del edificio en entornos urbanos muy definidos y, por otro, en una recuperación y puesta al día de ciertos rasgos de la llamada “arquitectura colonial”, después denominada “neocolonial”. Y esta última intención pareciera confirmarse con la construcción y acabado por aquellos años del proyecto norteamericano para el caraqueño edificio del Country Club, mientras que la primera, la de atender especialmente la incorporación de la nueva edificación a una trama urbana existente, la muestra con creces el proyecto y construcción en la caraqueña esquina de Carmelitas de la sede del Ministerio de Fomento (hoy, Ministerio de Relaciones Interiores, o como los expertos del régimen en “re-bautizados” lo llamen) con su muro curvado hacia la venerable oficina de Correos.
La comparación
con la obra de los otros dos arquitectos que conformaban la “tríada” más
destacada a principios de la década de 1930, Carlos Raúl Villanueva y Manuel Mujica,
se torna interesante. Los dos habían ingresado al país en 1928, después de
formarse y comenzar labores profesionales, como Guinand, lejos de Venezuela, y
los tres compartían también el interés arquitectónico por el llamado
“neocolonial”, como expresión del país en que establecerían su residencia:
Mujica, en sus proyectos desde el demolido Hotel Majestic para Caracas, particularmente,
para las quintas de las nuevas urbanizaciones del Este; Villanueva, en sus
conocidas obras para Maracay, como el Hotel Jardín, la Plaza de Toros o la
demolida sede que compartían el Banco Obrero y el Banco Agrícola y Pecuario; y
Guinand, en las quintas y edificaciones en Caracas y Maracay que hemos
mencionado. Las diferencias entre uno y otro están, más que en cada personal
tratamiento estilístico de los detalles y soluciones decorativas, en sus
externos “acompañantes”, pues mientras Guinand permanece “encerrado” en una
sólida y eficiente arquitectura tradicional, que solo atiende al medio ambiente
donde se ubica, tanto Villanueva como Mujica se “abren” al nuevo “Estilo Internacional” llegado de la
vieja Europa, que mezclan sin reparo, tanto en La Florida como en Campo Alegre,
con su renacido “neocolonial”.
El final de la
dictadura gomecista y los nuevos aires del gobierno de López Contreras abrirán
una nueva etapa, la más significativa históricamente, en la obra arquitectónica
de Carlos Guinand. El primer capítulo de esa
etapa tiene que ver con el Banco Obrero, y el último, en 1942, también. El
reorganizado organismo del Estado para la construcción de viviendas, paralizado
durante los últimos años del régimen anterior (los efectos del crack de 1929 también se sintieron en el
país), reinicia sus actividades “en gran escala” y en 1937 se firman contratos
para la urbanización de los terrenos adquiridos previamente en la periferia de
algunas ciudades importantes: así surgirán la Bella Vista de Caracas, la Bella
Vista de Maracaibo y la Valle Seco de Puerto Cabello. En los tres casos, la
idea urbanística motora viene del otro lado del Atlántico y apunta a crear
comunidades autónomas con los servicios colectivos indispensables, fuera del
bullicio y los males metropolitanos que se avecinan, aquí ahogados por el
ambiente campestre y la vida natural, en un cuadro idílico garantizado por la
vivienda unifamiliar y la baja densidad: se trata de la teoría de una garden-city tropical.
En el interim, a finales de la década, Guinand realizó el magistral Sanatorio Antituberculoso de El Algodonal. Ya desde el Ministerio de Obras Públicas, apoyado en sus previas construcciones médicas y con el decisivo empuje del Dr. José Ignacio Baldó, Guinand proyectó una gran edificación para 300 enfermos, atendiendo a las últimas innovaciones en las áreas hospitalaria y arquitectónica, y adecuando la moderna estructura del edificio principal (con seis alas de dos pisos y grandes terrazas y balcones partiendo de un núcleo de servicios central) a las condiciones de la topografía existente y al bosque de eucaliptos exterior, todo disciplinado por un orden simétrico tradicional. Esta joya arquitectónica, que aún espera su declaratoria como patrimonio nacional, fue masacrada durante la Cuarta República, convirtiéndola en un complejo hospitalario de distintas edificaciones amontonadas sin compasión, y abandonada a la ruina durante la Quinta, como la mayoría de los centros asistenciales de la nación. Y en esto incluimos, también comparables aunque de fecha posterior, el Antituberculoso de Mérida, proyectado por Villanueva, y el de Maracaibo, obra de Fernando Salvador.
A las exigencias
del sindicato obrero Pro-Patria para una diversidad individualizada de sus
viviendas y el mayor pintoresquismo formal, Guinand respondió con 317 casas idénticas
en fila: la tipología de la vivienda unifamiliar en bandas que había ensayado
dos años antes en Valle Seco para el mismo Banco Obrero (aquí, las casas
cambian el porche por el jardín, y añaden zaguán y techo de tejas con chimenea
de ventilación). Ante “las 3 Marías” del proletariado de la época (la Ciudad
Obrera, la Casa del Obrero y la Cooperativa de Consumo), la “arbeiter-kolonie”
de Guinand se organiza mediante un riguroso sistema de recorridos en cuyos
vértices se ubican la Casa del Señor (iglesia), la Casa del Saber (biblioteca)
y la Casa del Obrero, con su pórtico columnado y disposición en torno a un
patio central, como el edificio más destacado de la comunidad.
Del proyecto arquitectónico de Guinand en el concurso organizado por el Banco Obrero en 1942 para la Reurbanización de El Silencio, un concurso cerrado entre Guinand y Villanueva, solo conocemos un dibujo en perspectiva desde la avenida Bolivar, la escueta descripción del jurado y el relato de uno de sus miembros. Aunque el proyecto de Villanueva no cumplía la exigencia programática de adecuarse al Plan Regulador de Urbanismo de 1939 y Guinand esperaba, por tanto, la descalificación de su competidor, el jurado decidió declarar una suerte de “empate” y recomendar la elaboración de un tercer proyecto entre los dos. Guinand no podía aceptar esa decisión y solo Villanueva presentó el proyecto que recogía las observaciones del jurado y las mejores soluciones de ambos concursantes. El descartado proyecto de Guinand, por lo que se ve, presentaba 11 bloques (frente a los 7 perimetrales de Villanueva) de 4 plantas, con locales comerciales en la planta baja pero sin arcadas y con grandes jardineras arboladas hacia la gran plaza y las avenidas, lo que llevaba al periodismo del momento a resaltar “su construcción sólida y tropical”. Pero el 28 de mayo de 1942, a las 9 de la noche, el jurado “se pronunció en pleno por el Proyecto Villanueva”.
Guinand trató de
recuperarse de la decepción sufrida, entregándose de lleno a los trabajos
habituales de su oficina de arquitectura durante los años siguientes: proyectos
de casas unifamiliares y edificios multifamiliares, salas de cine, edificaciones
religiosas o el Observatorio Cajigal, para una Caracas convertida en metrópoli a
pasos agigantados ante su mirada profesional. A finales de la década de 1950 y
hasta su muerte, Guinand encontró el refugio anti-metropolitano en un gran
trabajo a su medida, al que se dedicaría con pasión juvenil y por el que será
recordado posteriormente: la coordinación de las labores para la realización
del Parque del Este (hoy, también re-bautizado sin mucho éxito por el régimen).
Junto a los paisajistas contratados, “el
viejo Guinand” (como cariñosamente le llamaban) se encargó de identificar
las especies vegetales y animales para lagos, veredas y edificaciones del
extraordinario Parque, y entre éstas, una de sus últimas obras como arquitecto:
el Planetario Alejandro Humboldt. En ese medio ambiente, tan presente en su
arquitectura y tan querido por él, Carlos Guinand falleció el 4 de mayo de
1963.
La monografía de
José Luis Colmenares, Carlos Guinand
Sandoz (1989), realizó una catalogación exhaustiva de las principales obras
del arquitecto.
Prof. Manuel López